Tormentas de huesos,
provocan mis danzas,
mis danzas esqueléticas
de esquinas astilladas
y azoteas derruidas.
La ciudad corroe sueños rotos
agujitas diminutas
que penetran por la espalda.
Traicioneras
las calles van y vuelven
amaneciendo aturdidas
por los rincones del puerto.
Ahí van las locas, los santos, los travestis,
ahí se pierde la noche
en su tirabuzón de espanto.
Así caigo por funestas alcantarillas,
así mi danza se convierte en epilepsia,
en ausencia que se busca,
en refleja paradoja,
en existencia no deseada.