domingo, 19 de junio de 2011

El Condenado

 

 

Al final del expediente

nadie cruza,

nadie vuelve la vista.

Allí van las rutas
camino del cadalso.

Allí va el condenado
con una astilla en el ojo
y una ganzúa
pérfida hasta el hueso.

Garúa sin café por Tribunales.

El condenado espera
desarmando sus tobillos,
atando en sus rodillas
los cordones del zapato.

El condenado lleva entre sus barbas
lentejuelas y alfileres,
gusanitos de manzana.

Los niños le arrojan serpentinas
y le roban el ombligo
al pasar por las ventanas.

Es tan duro este día
para los hachazos de marzo,
para el viento y los molinos
y los camiones de ganado.

Los condenados lloran su muerte
sobre los techos de chapa,
los galpones del suburbio
en silencio se atragantan.

Un hilo de saliva no encuentra el piso,
se corta la cuerda por la parte más delgada.

Quien no paga en esta vida
la locura acumulada
es condenado a escalera
en un cuarto sin terrazas.